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Para el gobierno de Estados Unidos, todos los mexicanos que habían vivido en su territorio, y aunque lo hubiesen abandonado, estaban obligados a presentarse para el servicio militar obligatorio, por lo que el mando militar de ese país envió cuestionarios a los antiguos residentes para que reportaran los argumentos por los que no podrían ser enrolados.
En caso de que ignoraran este requerimiento, Estados Unidos podía negar la entrada de nuevo a su territorio o incluso llevarlos a una corte marcial. El ingeniero Alejandro R. Cota, quien había sido residente legal en Nueva York, el 21 de enero de 1918 denunció en El Demócrata que lo estaban enrolando en contra de su voluntad, pues él no había renunciado a la nacionalidad mexicana.
Ante este atropello, el periódico exigió a las autoridades diplomáticas de nuestro país una mejor defensa de nuestros connacionales y más dentro del territorio nacional.